En nuestros pueblos existen, o existieron, lugares (establecimientos comerciales, fundamentalmente, o de servicios) con una importante carga histórica, merced a las ocurrencias anecdóticas que en los mismos tuvieron lugar.
Esos lugares, siempre atrajeron mi atención, convencido de que gran parte de la historia de mi pueblo, se iba escribiendo en ellos.
En Panes, concretamente, existieron algunos de estos establecimientos, que protagonizaron una parte muy importante de nuestra pequeña y entrañable historia.
Podríamos citar varios: La sastrería de Juanín (de la que me gustaría ocuparme en colaboraciones posteriores). El taller de madreñas de Raimundo Corral, o de Pedro, “El madreñeru”. El taller de bicicletas de Pepe “El Portu”… Y pasando por alto en esta ocasión a los bares, donde esta historia a la que me refiero, se escribía con mayor ardor y rigor , día a día, sin pluma y sin tinta. Simplemente, quedaba en la memoria de las gentes que, de forma oral, lo iban transmitiendo a otras generaciones.
Juan Moradiellos (Macaró) ejerció en Panes durante muchos años como peluquero-barbero. Su establecimiento tuvo distintas ubicaciones. Yo al menos recuerdo dos, una al lado de la tienda de ropas de Julia Sanromán y Rocha y la última, y definitiva, en lo que hoy es la zapatería de Lupe, al lado del Comportu.
Las barberías, de aquella, estaban bastante concurridas. La gente se afeitaba una o dos veces a la semana y lo hacían en las barberías. Los sábados, en la tarde, eran días de bastante trabajo para estos profesionales. Los domingos se iba a misa. Se mudaba la gente y, la apariencia física era estimada, al menos ese día. Después, entre semana, la demanda decaía: Cuatro cortes de pelo y poco más.
Las barberías, en esos días, eran lugares de tertulia donde los jubilados o las personas que por sus achaques ya no podían trabajar, se reunían, charlaban y contaban sus vivencias.
Aquello eran auténticos foros de opinión y de comentarios de todo tipo. Yo siempre digo que aquellas tertulias son dignas de un estudio serio y sosegado pues, no me cabe ninguna duda que, anécdotas graciosas aparte, allí transcurrió mucha historia. Allí se habló de muchas cosas interesantísimas. Allí se pusieron puntos sobre ies y se aclararon muchos conceptos.
Macaró, mientras cortaba el pelo o afeitaba a alguien, escuchaba los comentarios de aquellas personas, mayores. La edad nos hace, en muchos casos, exagerar las cosas. Si uno la contaba grande, el otro la contaba mayor. Entonces Macaró, se volvía hacia estas gentes con el peine en una mano y las tijeras en la otra y les decía: “Mecagon tal…….”¿ cuando será uno mayor para poder contar barbaridades….?
Macaró, era de ideología “comunista”. Entusiasta de la clandestina “Radio Pirenaica” pero, curiosamente, era un gran admirador de toda la parafernalia “nazi”. Leía mucho. Era un gran aficionado a la historia reciente y sabia, de memoria, titulares de prensa y partes radiofónicos.
Cuando estaba de humor, y un poco ayudado por un par de vinos, recitaba aquellos titulares de prensa que recordaban episodios de la segunda guerra mundial:
“Alarma en Alejandría”, “Asesinato de Troski”, “Tanques anfibios alemanes, cruzan el Vístula”, “Antiaéreos alemanes vigilan el cielo polaco”, etc., etc.
Su gran “parte radiofónico” era aquél del gorila. Con una voz, casi, casi, de locutor profesional y, con un vaso al lado de la boca para que elevara un poco el sonido, proclamaba:
“Atención, atención, aquí Radio París: Del circo americano de París se ha escapado un gorila de grandes dimensiones. En pocas horas se ha hecho dueño de la ciudad, sembrando el pánico entre los habitantes. A la hora de emitir estas noticias, tropas de la policía apoyadas por elementos civiles, tratan de dar captura al citado mamífero. Manténganse a la escucha”.
Pi i Margall, 55 –Estragüeña.
Seguiremos informando.
Pasaron los años. Nos fuimos haciendo mayores. Macaró emigró con su familia a París y allí prosperó económicamente. Después de algunos años, regresó y se estableció en Gijón con la misma profesión. Casi nunca volvió a Panes. ¿Porqué ocurren estas cosas?.
En cualquier caso, Macaró es historia. Historia de Panes, de mi pueblo, y de todos los pueblos de las Peñamelleras. Hay que recordarlos y respetarlos. Es nuestro deber.
Alfredo Caballero