Miguelín Purón
En este mes de mayo se cumple el 50 aniversario de la muerte de Miguelín Purón, nacido en Santander en 1910 y fallecido en Noriega en mayo de 1957.
A pesar de que las fotografías que se conservan de él son rancias, escasas y de muy imperfecta factura, Miguelín es hoy 50 años después de su fallecimiento, la leyenda más viva de los bolos astur-orientales. Nadie muere del todo si sigue viviendo en el corazón de alguien, si permanece en el recuerdo y la memoria de muchos, si su nombre sigue sonando con respeto y cariño.
Miguelín Purón vivió su infancia en Noriega, emigrando a México en 1935, en donde permaneció seis años, hasta regresar en 1941.
De vuelta al pueblo se convirtió en un glorioso jugador de bolos, quedando dos veces campeón de Asturias de 1ª Categoría y participando en los campeonatos de España en Sevilla y en la plaza de toros de Gijón, donde alcanzó un meritorio sexto puesto.
Fue un hombre menudo de aspecto y humilde y sencillo en sus maneras, además de simpático y jovial, aunque en el ambiente familiar y cercano era serio y recogido sobre sí mismo, pero que iluminaba su personalidad cuando salía de Noriega, “silenciosa” y “aburrida” tantas veces, para pasar unos días fuera con motivo de alguna romería, algún concurso de bolos o algún viaje por el entorno más próximo (Llanes), o más lejano (Santander)
En recuerdo de su frustrado regreso de México como” indiano”, popularizó la frase:
LOS INDIANOS DE HOY EN DÍA
VIENEN DE DÍA Y CON COCHE,
CUANDO VINO MIGUELÍN
VINO ANDANDO Y POR LA NOCHE.
Y también, algo que solía hacer con cara de estar observando el amanecer después de dormir en los vagones de FEVE de la estación de Llanes, una forma singular de anunciar el tiempo, que decía: “Cuando el Sol sale por capirucho puede nevar, llover poco o mucho o nada, o quedarse el tiempo como estaba”. Su peculiar humor le permitía afirmar: “el chiste tiene que ser corto” y reírse de sí mismo, como en aquella ocasión en que cayéndose de la bici delante de bastantes vecinos, al levantarse, manifiesta tan campante: ” cada uno tiene su forma de apearse” , o aquel mensaje a su familia estando fuera del pueblo: “manden dinero urgentemente o devuelvo cadáver”.
Muchas más cosas podría contar de la vida singular de este estereotipo, de lo mejor que ha dado la comarca oriental, que gozó de un generalizado aprecio, por su simpatía, por su gran corazón, por ser un gran jugador de bolos y sobre todo, por su demostrada debilidad.
A partir de 1964 se crea en Noriega por iniciativa de dos vecinos: Ambrosio Torre Borbolla y Melchor Camacho Martín la peña bolística Miguel Purón que engrandece su memoria y forma rapidamente un equipo para, a imitación de Miguelín, tratar de defender el prestigio y la dignidad bolística de Noriega en los distintos pueblos del Oriente asturiano con birle. Un año más tarde, en 1965 comienza el Memorial Miguel Purón, pionero de los memoriales del bolopalma astur, que hoy está totalmente integrado en la localidad y es orgullo de todos los vecinos del pueblo.
En el recuerdo de su memoria está latente la nostalgia de recrear, aunque sea por un día, aquellos gloriosos bolos de su tiempo.
A pesar de haberse perdido algunos ritos importantes, como una oración por el finado, que solía comenzar Melchor Camacho, con timbre de voz de gran locutor de RNE y aquel impresionante minuto de silencio, que se hacía en la bolera, presidida por el “roblón” varias veces centenario, minutos antes de la final, el memorial es un acto que sobrepasa, como bien diría el “llanisco” Higinio del Río, gran admirador de Miguelín, el aspecto deportivo, social y festivo.
Este memorial, junto con otros más que se han ido incorporando al calendario bolístico en el último tercio del siglo pasado y con otros más recientes ( Herminio Gutierrez Bolado (1935-2002) de Andrín y José Villar Noriega (1930-1999) de Suarías), que se incorporan con enorme fuerza y de los que me gustaría hablar más detenidamente en fechas próximas son, en estos momentos, los principales depositarios de la raigambre histórica del juego y espejos de la modalidad, aunque no demasiado objetivos, por cuanto que no reflejan la verdadera realidad, hoy más cerca de la frivolidad que de los gloriosos tiempos de antaño.
Mucho me alegraría que este quincuagésimo aniversario de la muerte de Miguelín Purón se sellara con algún gesto concreto y eficaz (creación de una competición para categorías menores, libro sobre Miguelín, exposición, confección de un busto del personaje…) que recordara a Miguelín como protagonista más representativo de una época difícil de repetir.
Isidro Caballero
Artículo publicado en El Comercio el 27 de Mayo de 2007