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Febrero
22
vie
2008
Cuarenta leguas de viaje por Cantabria
Benito Pérez Galdós. EOA

Esta semana reproducimos el capítulo octavo de la obra «Cuarenta leguas de viaje por Cantabria » publicada en 1879. El autor de este relato es Benito Pérez Galdós. El ensayista español recorrió parte del concejo como parte de su periplo por la Montaña. Años más tarde, quien apareciera en los billetes verdes de 1.000 pesetas, volvería a Peñamellera Baja pues fue en este concejo oriental donde se rodó la adaptación de su novela «Marianela», una película protagonizada por la querida Rocío Dúrcal.

San Pedro de las Vaderas-Panes

Aquel río, harto de salmones es el extremo pintoreco. Todo en él es bonito, el agua y las riberas. Remansada aquélla en algunos sitios, en otros corre con ímpetu, arremolinándose en los hondos pozos, bullendo en graciosas cascadas y mostrando en su superficie vendosa cambiantes de luz y fajas luminosas semejantes a estelas invisibles naves. La tierra ostenta magníficas praderas y bosques de seculares castaños, cuyos deformes troncos, torcidos y patizambos, parecen cuerpos de ancianos inválidos que apenas pueden tenerse; pero en sus ramas muestran tal cantidad de erizos, que es forzoso bendecir la senectud fecunda de aquellos Matusalenes cargados de descendencia.

En este valle aparece el verdor de los campos salpicado de piedras y manchas pedregosas; señal de promixidad de los montes; pero, a pesar de esto, el paisaje es tan alegre como extenso y variado, contribuyendo a ello la amplitud del horizonte y el grandor de los términos.

La carretera ofrece una particularidad notable, y es su pendiente inútil en la margen izquierda para bajar después, no existiendo razón que justifique tal trazado. Estos son los incovenientes de entregar las obras públicas a ingenieros enamorados, que hacen esclavos de su insensata pasión a los inocentes traficantes y pasajeros, pues según pública voz, la incomprensible cuesta de San Pedro de las Vaderas no tuvo otra razón de ser que la existencia de una casa a la cual iba el ingeniero con más frecuencia de lo que sus ocupaciones consentían. Es lamentable que aquel hombre sensible llevara su galantería hasta el punto de hacer desfilar atodos los viajeros de Peña Mellera bajo las ventanas de una dama. Grande homenaje se debe a la hermosura, pero no tanto.

Panes, humilde pueblo enclavado en territorio de Asturias, nos ofrece dos hileras de casas modestas y alegres, y algunas personas amables que nos brindan hospitalidad generosa; pero no podemos detenernos, porque la atracción de la Hermida, irresistible como el vértigo de los abismos, nos llama hacía adelante, y es forzoso dar el gran paso antes de que decline el sol. Seguimos avnzando, y de pronto todo cambia: país, suelo, ambiente, luz. Parece que se acaaba el camino y la tierra habitable. Enormes piedras altas, flacas, puntiagudas, escuetas, hurañas, nos salen al paso, mejor dicho, nos lo cierran. Vemos frente a nosostros una horrible boca, una grieta, cuya profundidad se ignora. Vacilamos un instante; pero viendo que el camino entra, entramos también, llenos de asombro los ojos y con algo de miedo en el corazón. Durante largo rato los tres viajeros nos miramos en silencio.

Publicado el viernes 22 de Febrero en El Oriente de Asturias

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