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Septiembre
28
vie
2012
Coimbre, una ventana abierta al pasado en Peñamellera Alta
El equipo de arqueólogos rastrea palmo a palmo el yacimiento en busca de restos óseos y líticos

Hace 15.000 años, los pobladores del valle del Cares habitaban distintas cuevas a lo largo del año; cosían, cazaban y pescaban salmones usando agujas, azagayas y anzuelos elaborados con restos óseos; y fabricaban colgantes con conchas que recolectaban en la costa.

Dominaban varios cientos de kilómetros desde el interior al litoral por toda la Cornisa Cantábrica y su actividad ha llegado hasta nuestros días en múltiples yacimientos que conforman el periodo Magdaleniense, el momento más álgido del Arte Paleolítico.

Todo el oriente de Asturias está plagado de buenas muestras de estos vestigios del pasado que, cada cierto tiempo y a cada investigación que se acomete en ellos, sacan a la luz información realmente útil para descifrar los hábitos, estilos de vida y costumbres de nuestros más lejanos ancestros. Se trata de comprender el pasado para entender nuestro presente.

Una de las exploraciones que más atención está llamando en los últimos años es la que se está realizando en la Cueva de Coimbre, en el concejo de Peñamellera Alta. Conocida también como la Cueva de las Brujas, este emplazamiento a medio camino entre la localidad de Niserias y Besnes se está desvelando como uno de los puntos importantes en la actividad humana del Paleolítico Superior.

Así lo atestiguan las investigaciones que se desarrollan allí desde 2008.

Descubierta en 1971 por un grupo de lugareños de la localidad de Alles, Coimbre tomó relevancia por la presencia entre sus 2.500 metros de recorrido cavernoso, de grabados prehistóricos entre los que destacaba la figura de un bisonte silueteado sobre una roca. Sus restos artísticos nunca fueron estudiados como Llonín o la Covaciella, y desde 2002 solo había despertado el interés topográfico de equipos de espeleología. Hasta que hace cuatro años, un grupo de arqueólogos de distintas Universidades españolas la incluyeron en el estudio de los modos de vida del Paleolítico Superior en todo el valle del Cares.

David Álvarez, profesor de la UNED en Gijón, y José Iravedra, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, son dos de los cuatro codirectores del equipo de exploración del yacimiento de Coimbre, que el pasado 17 de septiembre regresó a la cueva para emprender la quinta campaña de investigaciones.

Durante dos semanas, unas doce personas han estado trabajando en su interior ocho horas al día para extraer material de estudio.

«Se trata de una de las cuevas más destacadas del oriente de Asturias. Durante el periodo Magdaleniense, momento final del Paleolítico Superior, Coimbre fue un hábitat relativamente importante para sus pobladores », afirma el profesor David Álvarez frente al espacio de unos cuatro metros cuadrados excavado en el suelo de una de las salas de la gruta. Allí, a lo largo de las distintas fases de investigación, se han extraído una gran cantidad de material lítico y óseo que da buena cuenta de la actividad desempeñada por nuestros antepasados.

Entre los hallazgos se encuentran utensilios realizados en hueso dedicados a la caza y la pesca, como azagayas, arpones y anzuelos; agujas óseas para coser y herramientas en piedra como puntas y raspadores relacionadas con actividades más cotidianas. También han salido a relucir huesos de distintos animales y vértebras de peces, como parte de la dieta alimenticia que llevaban, y objetos de adorno en dientes de mamíferos y conchas.

Todo ello reproduce el comportamiento de quienes poblaban este paraje hace miles de años. «Sabemos que cazaban cabras, ciervos, rebecos, algún caballo y uros. También se alimentaban de animales pequeños como conejos, lo cual no es muy frecuente en el Paleolítico de la Cornisa Cantábrica, y de salmónidos como las truchas», explica el profesor José Iravedra. «La presencia de conchas nos habla del tránsito de estos grupos de personas entre la costa y el interior, pues su recolección no es para comer, si no para fabricar adornos».

El emplazamiento de la gruta peñamellerana no era al azar. Pegada al cauce del río, que empleaban para desplazarse por el valle hasta la costa, tenían cerca el agua y, por lo tanto, los animales necesarios para su subsistencia. Eran grandes conocedores del entorno que habitaban pues, además de trabajar con materiales propios del lugar, empleaban también otros menos frecuentes como el sílex o la cuarcita.

En Coimbre, la gran cantidad de industria lítica y ósea sitúa a la cueva como un emplazamiento bastante estable donde se desarrollaban tareas específicas. «Este grupo humano no vivía permanentemente en una cueva, si no que se movía e incluso habitaba varias cuevas a lo largo del año, unas de formas más estable y otras de manera más puntual porque eran sitios para cazar o porque una parte del grupo iba en una época determinada », comenta el profesor Álvarez. «Aquí permanecerían una o dos semanas y luego se iban a otros sitios. Tallaban, curtían y cosían pieles, mataban un animal, lo aprovechaban y lo transportaban a otro lugar», añade su homólogo de la Complutense.

Toda esta información no es aislada y se pone en relación con el resto de yacimientos de las cuencas del Cares, del Sella y de los valles cántabros. «Podremos reconstruir cómo era la ocupación de la zona. Por ejemplo, establecer las edades de las presas que cazaban, la estacionalidad con la que mataban animales o los movimientos que hacían a lo largo del cantábrico», concluye Irevedra.

La UNED, la Universidad del País Vasco, la Complutense, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas o el Museo de Ciencias Naturales están implicados en todo el proyecto, que cuenta con el patrocinio económico de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson. Los restos extraídos en estas dos semanas pasarán posteriormente a un laboratorio donde se lavarán y cribarán, para ser analizadas finalmente por especialistas en fauna, biología o geología. Tras la excavación de este año, se tardará más o menos otros doce meses para procesar todos los datos. En dos años, se podrá publicar el resultado de los cuatro años de investigaciones en Coimbre.

La expectación en la cueva es alta y no sólo por la luz que arroja sobre la vida de hace 15.000 años. Desde el Consistorio del Valle Alto ya se ha apuntado la posibilidad de abrir al público este yacimiento una vez concluyan en él las investigaciones. «El patrimonio arqueológico es importante conservarlo pero también poder disfrutar de ello y darlo a conocer», indicaba hace unos días la alcaldesa, Rosa Domínguez de Posada, que ampliaba esa intención a otro emblemático enclave del municipio como la Cueva de Llonín.

Fuente: El Oriente de Asturias - Redacción
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